domingo, 29 de julio de 2007

¿Soy menos culpable si tengo una buena excusa?





"Cuando alguno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia pasión es traído y seducido. Entonces la pasión, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte."
Santiago 1:13-15

“Desde que se inventaron las disculpas, nadie queda mal” – escuché reflexionar una vez. En cierta forma la frase tiene algo de verdad. Es común ver a las personas asumir posturas de irresponsabilidad bajo la protección de las excusas; de estas hay para todas las circunstancias: para llegar tarde al trabajo o a la escuela, para no cumplir con las tareas, para desaprobar los exámenes, y para no ser un verdadero cristiano.

Una de las modalidades más extendidas en la cultura cristiana, es aquella excusa por la que culpamos a los demás de nuestro propio fracaso. Se culpa, por ejemplo, al diablo de las malas acciones; a los amigos, de las malas palabras; a la iglesia, de la propia y personal hipocresía.

La actitud del cristiano frente a la realidad del pecado es una prueba de su condición real frente a Dios. Más allá de la religión tradicional de la familia, más allá de la confianza que brinda la costumbre dominical, la confesión y el arrepentimiento genuinos han marcado la vida de los verdaderos discípulos.


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