Una mañana, no hubo clase en el jardín donde dicto por lo que decidí aprovechar mi tiempo e ir a la universidad con el fin de tomarme una foto para mi carné de medio pasaje de este año. Mientras hacía la cola, recordé que traía en la mochila mi MP3 (al cual había ignorado cerca de un mes a causa de mi “falta de tiempo”) entonces, lo prendí y la primera canción que escuché decía así: “Nunca te olvides de donde Dios te ha sacado. No vaya a ser que más adelante caigas por no haberte cuidado”.
Fue exactamente en ese momento en el que me di cuenta que aquello me había pasado. No pretendo aburrir dando un testimonio largo o cosas así, esto es sólo un recordar mis orígenes antes de conocer a Cristo. Jamás fui una drogadicta, rebelde sin causa o resentida social. Todo lo contrario, nací en un hogar cristiano con todas las historias y parábolas de memoria. Luego de aceptar a Cristo a los 17, fui normal en mi crecimiento espiritual. Pero fue a partir de este año que puedo sentir más que nunca el amor de Cristo en mí y su voluntad reflejada en cada una de las cosas que hacía.
Fue ahí que no sólo yo noté el cambio sino también los demás y cuando ellos me decían“¡Cuánto estás creciendo espiritualmente!”, yo agachaba la cabeza y decía “Yo también lo siento”. Poco a poco se envaneció mi corazón y me alejé. Me sentía tan perfecta que ninguna prueba podría tocarme y me equivoqué. Me di cuenta que por creerme la fuerte me sobrevinieron una serie de pruebas que yo no pude pasar del todo. Sin embargo, aunque toque fondo de nuevo, Cristo me ayudó a levantarme. “…porque aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz” (Mi. 7:8).
Fue bueno darme cuenta de lo que sucedía en mí y sólo quería compartirlo con todos. No sé a quién llegue esto pero espero les sirva a no confiarse en sus propias fuerzas sino solo en Dios. Es bueno también estar de vuelta y saber que Cristo nos espera con los brazos abiertos, dispuesto a curar todos nuestros rasguños.
Fue exactamente en ese momento en el que me di cuenta que aquello me había pasado. No pretendo aburrir dando un testimonio largo o cosas así, esto es sólo un recordar mis orígenes antes de conocer a Cristo. Jamás fui una drogadicta, rebelde sin causa o resentida social. Todo lo contrario, nací en un hogar cristiano con todas las historias y parábolas de memoria. Luego de aceptar a Cristo a los 17, fui normal en mi crecimiento espiritual. Pero fue a partir de este año que puedo sentir más que nunca el amor de Cristo en mí y su voluntad reflejada en cada una de las cosas que hacía.
Fue ahí que no sólo yo noté el cambio sino también los demás y cuando ellos me decían“¡Cuánto estás creciendo espiritualmente!”, yo agachaba la cabeza y decía “Yo también lo siento”. Poco a poco se envaneció mi corazón y me alejé. Me sentía tan perfecta que ninguna prueba podría tocarme y me equivoqué. Me di cuenta que por creerme la fuerte me sobrevinieron una serie de pruebas que yo no pude pasar del todo. Sin embargo, aunque toque fondo de nuevo, Cristo me ayudó a levantarme. “…porque aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz” (Mi. 7:8).
Fue bueno darme cuenta de lo que sucedía en mí y sólo quería compartirlo con todos. No sé a quién llegue esto pero espero les sirva a no confiarse en sus propias fuerzas sino solo en Dios. Es bueno también estar de vuelta y saber que Cristo nos espera con los brazos abiertos, dispuesto a curar todos nuestros rasguños.
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