“Los que oyeron esto dijeron:
- ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
El les dijo:
- Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”
Lucas 18: 26
La Biblia es particularmente abundante cuando se trata de mostrar lo que Dios es capaz de hacer. Nos dice que creó un universo de la nada; que abrió un mar; que resucitó muertos; que hizo descender fuego del cielo; que detuvo el universo por varias horas; que multiplicó la descendencia de mujeres estériles; y que envió a su hijo unigénito para salvación de todos los hombres, quienes le habíamos ofendido.
“Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”, había dicho Jesús a sus discípulos, no necesariamente en el sentido de los milagros espectaculares como las manifestaciones de Egipto, sino en cuanto a su capacidad para salvar. Sus oyentes se encontraban consternados al enterarse que las personas más aptas, según ellos, para alcanzar el favor de Dios, prácticamente, no tenían opción (Lc. 18:24): “¿Quién, pues, podrá ser salvo?” más que una pregunta, era una declaración de impotencia.
La respuesta de Jesús es asombrosa: No podemos comparar las capacidades y buenas intenciones humanas con el Poder y disposición moral de Dios. “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”, allí donde el hombre odia, Dios puede tener misericordia; allí donde al hombre le es imposible cambiar, Dios es capaz de regenerar; allí donde el hombre moriría, Dios es capaz de dar vida eterna.
La declaración de Jesús centra las cosas en el lugar correcto: la salvación no es una cuestión humana, es una obra que depende de Dios; de modo que allí donde todos yerran, Dios es capaz de colocar verdadera santidad; y donde el resto condena, Dios puede perdonar.
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