Terminando nuestra labor en Chiclayo y tras una serie de respuestas positivas para el Reino de Dios, nos dirijimos a Virú, lugar en que el Señor nos confirmaba su compasión por los perdidos.
Tan sólo pasamos dos noches ahí pero eso fue suficiente para que el Señor haga cosas asombrosas como era de esperarse cada vez que se confía en su infinito poder. La primera noche, estábamos un poco desanimados porque no tuvimos muchos niños, lo cual significaba que no muchas mamás iban a ser llevadas por sus hijos la misma noche. En fin, llegó la hora del culto y todo el lugar estaba vacío. De todas maneras empezamos el culto aunque fuese con "audiencia de uno" (el Señor). A los diez minutos el lugar ya no cabía de gente y tuvimos que hasta mover la mesa del lugar para que más gente pueda entrar en aquella casa. Esa noche ¡Todas las personas asistentes hicieron su decisión de fe! ¡Que lindo fue eso! ¡Le doy muchas gracias a Dios por haberme hecho participe de ello!
Pero, lo que pasó la noche siguiente fue aún mejor: ¡Algunas de las mujeres que aceptaron a Cristo el día anterior llevaron a sus esposos y ellos también fueron salvos! Por tal motivo, tuvimos que mover el culto al parque más cercano para tener el culto y ahí tuvimos a una audiencia de mas de cincuenta personas. ¡Gloria a Dios!
La semilla quedó plantada pero necesita germinar. Es por eso, que se necesitan obreros dispuestos a dar su tiempo y amor por causa del Señor. Personas que tengan pena por los perdidos y puedan ver por medio de los ojos de Cristo para poder así llegar a mas personas. Todos tenemos esa misión pero sólo pocos escuchan y obedecen tal llamado. Ahora, ¿Cuál es el tuyo? Medita en ello y que Dios te bendiga
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