Antes de entrar a clase, por la tarde, recibí una llamada por parte de uno de mis grandes mentores, amigos y hermanos en la fe. Me invitaba a una graduación de la que yo iba a ser parte. Y vaya! recién me enteraba! Pues para variar, estaba tan inmiscuida en mi trabajo que arduamente hacia caso a cualquier otra cosa que proviniese de fuera. Sin embargo, estando ahí, en plena ceremonia, pude ver que el Señor aun no ha acabado conmigo y que desea que direccione mis pisadas.
El hecho de crecer bajo los principios cristianos a veces hacen que pierdas el foco realmente de lo que se trata todo esto. A veces llegas a un estado tal de letargo que todo lo asumes sin ponerte a meditar realmente en lo que te dicen las escrituras al respecto. Hoy, leyendo mi devocional encontré este pasaje “Y orando dijeron: Tu, Señor que conoces lo corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome parte de este ministerio y apostolado…” Hc 1:24-25. Dando un poco de contexto, vemos que en este pasaje Jesús ya había resucitado y Judas estaba muerto. Necesitaban a alguien que ocupase el lugar de Judas y asuma las responsabilidades que vienen con el cargo. Eso, me hizo recordar mucho a lo de anoche. Pues, en la graduación para confidentes, en el momento final, nos hicieron pasar al frente de entre la multitud y empezaron a orar por nosotros. Oraron para que podamos ser testigos del ministerio de Cristo y podamos seguir respondiendo al llamado que se nos ha hecho.
Un confidente debe ser ejemplo de confianza y pureza en todo aspecto. Cuán difícil es para un joven poder mantenerse firme y fiel a su fe en medio del mundo secular. Sin embargo, para eso Dios nos da las armas necesarias para vencer. Jesús mismo vino a este mundo en calidad de humano identificándose con nosotros en todo aspecto. Sufrió tentación, persecución, temor y hasta vino en pañales!!! pero en todo eso se mostró victorioso porque tenía una comunión tal con el Padre, que nada lo hacía salir del gozo inmenso del que se encontraba.
Una vez al frente, pude ver que el Señor tiene grandes propósitos para mi vida y en muchas ocasiones he hecho oídos sordos a la gran mayoría de ellos. Porque? Puede ser temor, negación, falta de responsabilidad o simplemente porque no estaba dispuesta a identificarme al cien por ciento con aquel que me dio la vida y me ha llamado a su ministerio. Dios me ha llamado para ser su sierva a tiempo completo, no sólo en los momentos de devocionales. Mi vida completa debe reflejar ese gozo y esa pureza que los demás siempre andan buscando. La vida nunca va a ser color de rosa, pero para eso estamos en el mundo, para padecer de la misma forma que Jesús lo hizo, para que sigamos su ministerio y para que simplemente sigamos sus pisadas. Ahora, yo solo puedo decir: Sí, Señor!
P.D: Les recomiendo “El aire de tu casa” de Jesús Adrián Romero”
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