"¿O qué mujer que tiene diez dracmas, y pierde una dracma, no enciende la lámpara barre la casa y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: "Gozaos conmigo, por he encontrado la dracma que había perdido". Así os digo que hay gozo delate de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente"
Lucas 15:8-10
Valoramos las cosas teniendo diferentes criterios, estimamos algunas por su precio, otras por su valor sentimental, y otras por su utilidad. Del mismo modo, tenemos el hábito de valorar a las personas de acuerdo a lo útiles que pueden ser para nuestros intereses, o lo bien que nos hacen sentir, o lo adineradas o divertidas que son.
Curiosamente, mientras que vamos por el mundo asignando valor a las cosas y personas de acuerdo a nuestros propios criterios; muchas veces perdemos de vista la conciencia de nuestro propio valor como personas.
A menudo encuentro a alguien que no se cree lo suficientemente valioso como para vivir una mejor vida. ¿Por qué cambiar si no le importo a nadie? ¿Por qué cambiar si mis padres no me aman? ¿Por qué cambiar si mi vida no vale nada?
El punto es que la Biblia, al mismo tiempo que nos revela que el hombre ha sido corrompido por el pecado, también nos muestra que sigue siendo tremendamente valioso, y que en el mundo no hay nada más importante y significante que él. Del mismo modo que una dracma perdida es inútil pero valiosa; la humanidad caída está inutilizada para hacer la voluntad de Dios, pero no carece de valor para El:
El arrepentimiento de uno solo conmueve el universo.
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