La exposición de tu palabra alumbra; hace entender a los ingenuos.
Salmo 119:130
Cuando tenía 14 años, aprovechábamos los permisos y licencias de la noche de navidad para ir con unos amigos al parque que estaba frente a la casa para fumar cigarros y tomar champagne, y sentir de ese modo que habíamos crecido y que no éramos más unos niños ingenuos.
Resulta curioso que los adolescentes que quieren parecerse a los adultos traten de copiar sus vicios en lugar de imitar la responsabilidad y la disciplina propia de la madurez. En todas partes encontramos adolescentes pretendiendo ser "más grandes" cuando en verdad se muestran como una caricatura de los errores de la adultez.
La Biblia, en cambio, nos muesta el sentido contrario: No son los vicios lo que nos hace más despiertos o inteligentes, porque el pecado torna necios los corazones de los hombres, mientras que la exposición de la palabra de Dios ilumina y hace entender a los ingenuos.
La ilustración más clara de esta verdad podría resumirse de este modo:
Un muchacho lleno de alcohol, de tabaco o drogas solamente es un cuadro patético de pobreza moral, pero un muchacho lleno de la palabra de Dios puede asombrar a los sabios y maestros del Templo de Jerusalén. He allí la razón por la que Pablo podía decirle a Timoteo: "Que nadie tenga en poco tu juventud..."